Galdós y la Miseria, de El Torres y Alberto Belmonte

“Galdós y la Miseria” es una joya del cómic. Con guión del gran El Torres, y el trazo de Alberto Belmonte, no podía ser menos.

El Torres es muy conocido por todo aquel que se autodenomine aficionado al noveno arte, o debería. Grandes obras lo respaldan, entre las que destacan “El bosque de los suicidas”, “El fantasma de Gaudí”, “Goya: lo sublime terrible”, “Apocalypse Girl” o “Phantasmagoria” por citar unos cuantos. La mayoría avalados por diversos premios. Algunos de sus trabajos también han sido editados en EE.UU.

Alberto Belmonte no se queda atrás en su campo. Ilustrador polivalente, que por su gran talento se adapta a diferentes estilos. Con dos nominaciones a los Goya a sus espaldas, a través de la productora “Pizzel 3D”, por el largometraje documental de 2011 “30 años de oscuridad”, dirigido por Manuel H. Martín, y en 2012 por el cortometraje “Alfred y Anna”, dirigido por Juanma Suárez, son solo una muestra de la calidad de los creadores de la novela gráfica, o tebeo, como diría Belmonte, que nos ocupa.

“Galdós y la Miseria” es la primera entrega de un díptico donde se combinan realidad y ficción en el que acompañamos al mítico autor de “Fortunata y Jacinta” en los últimos años de su vida, cuando lo acuciaban las deudas y la ceguera —esta parte, desgraciadamente, se ciñe a la realidad— de repente irrumpe Elena en su vida, una joven mendiga a la que llaman “la Miserias”, que le sorprende por su cultura, su belleza… y por el terrible secreto que guarda.

Esta segunda parte podríamos creer que se basa en la realidad perfectamente por la forma tan sutil que tiene El Torres a la hora de hilvanar verdad y ficción, demostrando lo gran guionista que es en la manera de trenzar ambas líneas, donde lo que sería la biografía de uno de los grandes de las letras españolas —interesante ya de por sí— lo convierte en un thriller que nos atrapa también gracias a la construcción de unos personajes, unos reales, otros ficticios, pero todos muy tridimensionales, huyendo de clichés. También quiero destacar la gran labor argumental a la hora de narrar la historia, de forma no lineal. Recurre al flashback lo justo para no hacer de él un recurso fácil, pero sí una herramienta narrativa a la hora de ir presentando a los personajes y el detonante del pasado que nos lleva a los acontecimientos del presente. Otros detalles sutiles que indican lo bueno que es el guión, por poner un ejemplo, es cuando seguimos a Galdós y compañía y de repente se cruzan unos personajes, en principio secundarios, y dejamos a nuestros protagonistas para seguir la acción de estos segundos. Son estos pequeños detalles los que nos indican la calidad de un guión.

Qué decir del trazo de Alberto Belmonte. Personajes bien delineados donde sus rasgos aparecen claramente marcados, rodeados de un entorno detallista donde cada viñeta es un cuadro en sí. Alberto cuida hasta el más mínimo detalle, y se nota como trata con mimo cada persona y objeto que dibuja dándole la importancia que precisa cada uno. Cada detalle refleja la personalidad del personaje que aparece en escena. No se limita a colocar a los protagonistas frente a un paisaje, sino que dicho entorno también forma parte de la historia, también nos cuentan algo los escenarios donde se desarrolla la acción, donde las calles de Madrid son un personaje más en la narración. Así como la casa del escritor o la cafetería a la que solía acudir nos dan pistas de la personalidad de Galdós.

Los colores empleados también nos desvelan mucho de la historia. De como la gama del azul oscuro nos narra los momentos más aciagos de la protagonista; pasando del verde oscuro de la noche madrileña a los ocres más otoñales en los momentos menos aciagos, porque no podemos decir felices del todo, por que hasta en esos momentos nos pesa una pátina de trasfondo amargo, donde la felicidad completa no tiene cabida en esta historia, aunque situemos al escritor en tiempos pretéritos dentro de su memoria. Un placer para la vista, y una de las ventajas de las buenas novelas gráficas que como esta, disfrutas de una buena historia y puedes deleitarte una y otra vez en las maravillosas viñetas que la ilustran, perdiéndote en los detalles que irás descubriendo cada vez que te sumerjas en ellas.

Otro detalle de la calidad y humildad de estos artistas son las páginas que aparecen al final de la novela, que junto a los agradecimientos muestran bocetos y procesos por los que pasó la obra hasta su culminación.

Quiero reiterar en la sutil línea entre realidad y ficción que aparece en la historia pergeñada por El Torres, y en la que hace mención el escrito canario Antonio Becerra Bolaños en el precioso prólogo que abre esta novela gráfica, y con el que estoy de acuerdo cuando afirma: “Habrá quien considere que este no es el formato idóneo para escribir sobre Galdós […] a Benito le fascinaba explorar procedimientos expresivos eficaces para contar historias […] a buen seguro se hubiera animado a crear una novela gráfica como la que tienes entre las manos.”

Solo me queda pedirle por favor a la editorial Nuevo Nueve que no nos haga sufrir mucho y no dilate en el tiempo la entrega del segundo volumen de esta maravillosa obra.

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